Las dos últimas recreaciones en las que he estado en pueblos pequeños me he dado cuenta de que ahí no presta tanto cuando son las batallas y vas con traje «de señorita». No es lo mismo en ciudades como Madrid y Zaragoza, con una proporción mayor de personas con ingresos más altos y que podían ir a la moda. Así que he decidido hacerme un traje de señora de clase más baja para poder participar más.
Lo fácil habría sido hacerme el clásico blusa, copiño, falda y pañuelo y «a pastar», pero si voy a irme a los tipos populares, voy a hacerme los de mi pueblo (golpe en mesa).
Normalmente soy la primera que, por seguridad en esta nuestra red de redes, diría que poner el pueblo en el que naciste en un sitio abierto no es buena idea, pero aquí entra que en la provincia de León no es lo mismo una señora de La Cabrera que de las Tierras de León, y además esoy tirando de fuentes que nombran el pueblo y los vecinos. Así que ahí queda: yo soy de Villabalter.
Y aquí empezamos con lo difícil: la investigación de la indumentaria.
Hay muchos trajes de la zona en museos etnográficos, pero no están datados porque, tal como me explicó el encargado del MITLE hace unos años, muchas veces la ropa que estaba bien se pasaba de madres a hijas, o sobrinas u otra familia, por lo que algo que se vestía aún en, por ejemplo, 1900, podía haberse confeccionado más de 50 años antes. Siendo así, me he ido a los libros modernos sobre el tema, que son más fáciles de localizar.
Y aquí empieza el suplicio. La cosa va por comarcas, y el alfoz de León capital no existe. Aquí ya recurrimos a San Google y que la suerte nos asista de que alguien haya digitalizado o comentado algo sobre el tema. Y resulta que un cura de San Andrés del Rabanedo, al que mandan a la parroquia en ¡1807! ha escrito sus memorias y se han publicado, y en ellas hace una mención a cómo se visten las gentes del pueblo:
(Memorias de Juan Antonio Posse – La Lectura, Madrid, 1926)
«Los moradores visten a lo paramés; las mujeres gastan rodaos, delantales con cerros, monteros, dengues, collaradas, y en usos, casas, vestidos y lenguaje, no se parecen casi nada a los de León ni a los de los otros países que están al Oriente del río Bernesga.»
Y ya tenemos por dónde ir tirando del hilo. De hecho, del rodao paramés ya tengo un patrón, que saqué de uno que me prestaron hace años de una familiar. Las collaradas también sé lo que son y los dengues estaban expuestos en el MITLE. Para el resto, me vuelvo al libro de la señora Casado.